Más de 19 millones de casos estimados de cáncer a nivel mundial en 2020. La cifra asusta. Es escalofriante. Concretamente en nuestro país, en 2020 se han detectado más de 70 casos de cáncer de mama por cada 100.000 mujeres, más de 60 casos de cáncer de próstata por cada 100.000 hombres o más de 40.000 casos de cáncer de Colon teniendo en cuenta ambos sexos. Pero lo más alarmante es el elevado número de muertes que podemos encontramos en España como consecuencia directa de haber padecido un cáncer, como ilustra la siguiente imagen extraída de la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (enlace):

La verdadera pandemia, para la que no hay vacuna y que cada año mata a cerca de 10 millones de personas en todo el Mundo, sigue siendo el cáncer. Además, sabemos que sus efectos y los de sus tratamientos no solamente pueden matar, si no que además nos debilitan enormemente, limitando nuestra calidad de vida. De hecho, entre los efectos más adversos del cáncer podemos destacar los siguientes:

Todo ello, como establecen Céspedes Feliciano y colaboradores (1) en su artículo científico sobre los efectos y la mortalidad del cáncer, lleva al fenómeno fisiológico conocido como “Caquexia”. La caquexia es un complejo síndrome degenerativo caracterizado por la pérdida de masa muscular esquelética (con o sin pérdida de grasa), no reversible a través del tratamiento nutricional estándar y que supone una pérdida progresiva de la capacidad funcional. Está asociado al 20-40% de las muertes por cáncer y está directamente asociada a la morbilidad y comortalidad inducida por el cáncer. Sus mecanismos son la supresión de la síntesis proteica, la aceleración en la degradación de proteínas y la alteraciones en la función mitocondrial o y la regulación de la capacidad oxidativa que afectan al metabolismo y capacidad contráctil del músculo. Además, la caquexia se ve acelerada cuando el paciente presenta obesidad.  De hecho, una mayor cantidad de masa muscular está asociada a una mayor probabilidad de supervivencia al cáncer, mientras que un bajo volumen muscular está asociado a mayores riesgos y limitaciones en el tratamiento. 

Por ello, la actividad física se ha posicionado como un factor con gran potencial para modificar el riesgo que el cáncer lleva implícito, asociando el mayor nivel de actividad física con un menor riesgo de mortalidad (2). En la actualidad existe suficiente evidencia epidemiológica y experimental sobre el rol que juega el ejercicio físico como mecanismo de prevención primario en la reducción del riesgo de cáncer (3, 4) y en la mortalidad de pacientes sobrevivientes (5). Aunque tradicionalmente se ha prescrito (principalmente siguiendo las recomendaciones del Colegio Americano de Medicina del Deporte) la realización de 30 minutos diarios de ejercicio físico aeróbico a baja/media intensidad (por ejemplo, caminar). Cada vez son más las referencias en el ámbito de la Fisiología del Ejercicio que recomiendan la realización de ejercicio a alta intensidad. Por ejemplo, en el caso del cáncer de mama, un estudio realizado en 2008 (6) donde se analizaron estadísticamente otros 62 estudios, identificó una reducción del cáncer del 22% con ejercicios de moderada intensidad y del 26% con ejercicios de alta intensidad. Esta misma evidencia fue obtenida en una revisión de la World Cancer Research (5), donde se identifica una asociación entre el incremento de la intensidad del ejercicio y la disminución del riesgo. Dentro del ejercicio a alta intensidad se incluye el entrenamiento aeróbico intenso y el entrenamiento de fuerza. Sin embargo, son numerosos los estudios que tras analizar un programa de entrenamiento de fuerza han relacionado incrementos en la fuerza, masa muscular (hipertrofia), potencia muscular, y densidad mineral ósea con un aumento en la calidad de vida del paciente con cáncer (7). Así mismo, el entrenamiento de fuerza ha demostrado ser efectivo para aumentar la fuerza muscular en miembros inferiores, incrementar la masa libre de grasa y disminuir la grasa corporal en pacientes con cáncer independientemente del tipo tratamiento y fase oncológica (7). Son numerosas las referencias científicas que recomiendan la incorporación de un programa de entrenamiento de fuerza de los principales grupos musculares (abdomen, piernas, glúteos, pectoral, espalda y hombro) de 2-4 días a la semana durante y después del tratamiento del cáncer.

Esto nos permite, establecer un programa de entrenamiento de fuerza para pacientes oncológicos, en el que perseguiremos los siguientes objetivos (7):

  1. Reducir el riesgo de mortalidad inducida por el cáncer.
  2. Reducir y revertir los niveles de caquexia.
  3. Recuperar y mejorar capacidad funcional, capacidad aeróbica, fuerza y flexibilidad.
  4. Mejorar la calidad de vida.
  5. Mejorar composición corporal y la imagen corporal.
  6. Mejorar componentes cardiorrespiratorios, endocrinos, neurológicos, musculares, cognitivos y psicosociales.
  7. Reducir la recurrencia o posibilidad de padecer un segundo cáncer.
  8. Mejorar la habilidad para soportar física y psicológicamente la ansiedad con relación a la
    recurrencia o un segundo cáncer primario.
  9. Reducir, atenuar y prevenir los efectos a largo plazo y tardíos del tratamiento.
  10. Mejorar la habilidad física y psicológica para soportar el tratamiento presente o futuros
    tratamientos.

De tal modo que la literatura científica nos permite establecer las siguiente “receta” de ejercicio para pacientes oncológicos:

En cuanto los ejercicios que puedes realizar, te recomendamos que veas la siguiente entrada a nuestro blog para conocer que ejercicios puedes hacer y cómo hacerlos: https://proporciona-fit.com/el-metodoa-en-casa-tambien-para-los-mas-mayores-y-otras-poblaciones-especiales/. Aunque lo ideal es llevar a cabo un programa de entrenamiento individualizado bajo la supervisión de un profesional de las Ciencias del Deporte (eso evitará que se produzcan errores técnicos, que la intensidad se ajuste al nivel y que disminuya el riesgo de sufrir una lesión).

 

Y recuerda… ¡QUE EL CÁNCER NO TE PARE!

 

Referencias:

  1. Cespedes Feliciano EM, Kroenke CH, Caan BJ. The Obesity Paradox in Cancer: How Important Is Muscle? Annu Rev Nutr. 2018 Aug 21;38:357-379. doi: 10.1146/annurev-nutr-082117-051723.
  2. Irwin M, Crumley D, McTiernan A, Bernstein L, Baumgartner R, Gilliland F, et al. Physical activity levels before and after a diagnosis of breast carcinoma: the Health, Eating, Activity, and Lifestyle (HEAL) study. Cancer Pract. 2003;97(7):1746‐57.
  3. Lahmann P, Friedenreich C, Schuit A, Salvini S, Allen NE, Key TJ, et al. Physical activity and breast cancer risk the european prospective investigation into cancer and nutrition. Cancer Epidemiol Biomarkers Prev. 2007;16(1):36‐42.
  4. McNeely ML, Campbell KL, Rowe BH, Klassen TP, Mackey JR, Courneya KS. Effects of exercise on breast cancer patients and survivors: a systematic review and meta‐analysis. Can Med Assoc J 2006;175(1):34‐41.
  5. Schmid D, Leitzmann MF. Association between physical activity and mortality among breast cancer and colorectal cancer survivors: a systematic review and meta‐analysis. Annals of Oncology 2014;25:1293‐1311.
  6. Courneya KS, McKenzie DC, Mackey JR, Gelmon K, Reid RD, Friedenreich CM, et al. Moderators of the effects of exercise training in breast cancer ratients receiving chemotherapy A randomized controlled trial. Cancer 2008;112 (8):1845‐53.
  7. Padilha CS, Marinello PC, Galvão DA, Newton RU, Borges FH, Frajacomo F, Deminice R. Evaluation of resistance training to improve muscular strength and body composition in cancer patients undergoing neoadjuvant and adjuvant therapy: a meta-analysis. J Cancer Surviv. 2017 Jun;11(3):339-349. doi: 10.1007/s11764-016-0592-x.